La violencia digital contra las mujeres ha emergido como un fenómeno alarmante y cada vez más prevalente en la era digital. Esa violencia digital como modalidad de la violencia contra las mujeres puede expresarse a través de diferentes acciones, entre ellas el acoso digital.

El acoso u hostigamiento digital se concreta cuando el entorno digital (principalmente las redes sociales y aplicaciones de mensajería) se usa para hostigar a la mujer. Se perfecciona mediante mensajes y publicaciones con amenazas que pueden ser de diverso alcance, como la de difundir imágenes íntimas de la mujer. Mediante éste, las mujeres enfrentan un asalto constante a su integridad, dignidad y derechos fundamentales. Este tipo de acción no solo causa daños psicológicos y emocionales profundos, sino que también tiene repercusiones tangibles en la vida cotidiana y la autonomía de las mujeres.

En el presente, haremos referencia a un pronunciamiento extranjero, donde se consideró a una solicitud de seguimiento en una red social, enviada por un condenado a una víctima, como un incumplimiento a una medida de prohibición de acercamiento que había sido dictada en el marco de una causa por violencia de género. Dicha solicitud de seguimiento, en un contexto probado y condenado de violencia de género, puede ser, a nuestro criterio, entendido como un acoso digital que requiere la adopción de medidas concretas para preservar a la víctima.